Memoria de un editor
Conocí a Jaime Salinas a mediados de los años 80. Dirigía entonces Aguilar, la editorial para la que yo iba a preparar los tres volúmenes de la poesía completa de Rafael Alberti. Nos reunimos en casa de Teresa, la sobrina de Rafael, con la intención de cerrar entre todos los detalles. Había que casar los deseos del autor con las características del nuevo proyecto de Obras Completas de Aguilar puesto en marcha por Jaime. La casa de Teresa era entonces el hogar de Rafael y de sus amigos, un mundo familiar y alegórico en el que Alberti acomodaba el presente con la intimidad de su memoria. Entre niños, jóvenes poetas y cuadernos que recogían sus versos finales, habitaban las huellas del pasado, las mil y una historias de los años felices de la generación del 27 y los azares de la República, la guerra y el exilio. Nota aquí.
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