sábado, septiembre 03, 2016

Joaquín Pérez Azaústre

Aylan


Ese cuerpo mecido, ese cuerpo arrastrado. No se puede escribir «ese cuerpo mecido» para referirse al de Aylan, hace exactamente un año, porque resulta escandalosamente cínico. No es un cuerpo: han sido 423 desde entonces, como antes varios miles. ¿Cuál fue la diferencia con Aylan? Que lo podíamos reconocer. Que la imagen conquista la retina cuando la percibimos como propia. Un niño africano en las noticias, con el vientre abombado por la hambruna, comido por las moscas, lo hemos visto cada día en el telediario durante los últimos cuarenta años, como lo podríamos ver hoy, tras asistir al reportaje sobre la sesión de investidura fallida, sobre la política fallida, sobre todos los hombres y mujeres fallidos que ocupan tanto tiempo en la televisión, en la memoria pulcra de una edad sin alma. Nota aquí.


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