viernes, marzo 16, 2018

Rodolfo Serrano

Compro oro

“Compro oro. Papeletas de empeño.
Discreción garantizada”. El cartel estaba allí colgado,
en la espalda del hombre,
lo mismo que si fuera una promesa
o un billete de banco que pudiera
arreglar cualquier necesidad: el hambre o el colegio
del niño, el pan de cada día. Ese trabajo
que no acaba de llegar, el de los besos
el de la noche en paz,
la entrada de los cines o el café
de la tarde contigo, vida mía.
Compro la desesperación:
la alianza empeñada, o el abrigo,
las sábanas bordadas.
Papeletas de empeño de recuerdos,
de cosas que un día fueron
el regalo de aquel feliz aniversario, del bautizo
del niño, papeleta del traje de la boda
o del entierro. Los pendientes
de la abuela que ahora descubrimos
son sólo oro chapado y nada valen.
Compro también la espera hasta mañana
las promesas
de que las cosas cambiaran cualquier día de estos,
los números del paro, los anuncios
de playas soleadas. Y ese miedo
a despertar sin fe y sin un abrazo.
Nada vale la vida. Ni siquiera
lo que vale el papel en el que alguien
ha escrito un precio, dinero necesario
para aguantar hasta que llegue el día
en que de pronto
cambie el aire, y el viento nos arrastre
hacia otra noche distinta a la del Monte
de Piedad o hacia quien compra
con total discreción esos pedazos
de vida y de esperanza.


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