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DISCURSO DE MEDALLA
(Antes de comenzar: “¿Se escucha bien? Ya sabrán que a los cantantes solo nos preocupan dos cosas: si suena bien la voz y cuándo vamos a cobrar”).
En una de aquellas visitas que le hacía a José Antonio Labordeta, un par de años antes de dejarnos, le solté a bocajarro una broma que él se tomó en serio. Le dije:
-- Labordeta, tú tienes la culpa de que haya sido un desgraciado en esta vida.
-- ¿Por qué dices eso, Carbonell?
Yo se lo expliqué:
--Porque cuando llegué a Teruel a estudiar, había comenzado una imparable carrera hacia el mundo de la hostelería: al principio como botones, luego ascendí a pasavinos y más tarde me consagré como camarero. Si no os hubiese encontrado a ti y otros profesores que me inyectasteis el veneno de la cultura, hoy sería dueño de una cadena de hoteles. ¿Lo entiendes?
Labordeta masticó despacio mis palabras y enseguida encontró la respuesta: Crónica aquí.
-- Labordeta, tú tienes la culpa de que haya sido un desgraciado en esta vida.
-- ¿Por qué dices eso, Carbonell?
Yo se lo expliqué:
--Porque cuando llegué a Teruel a estudiar, había comenzado una imparable carrera hacia el mundo de la hostelería: al principio como botones, luego ascendí a pasavinos y más tarde me consagré como camarero. Si no os hubiese encontrado a ti y otros profesores que me inyectasteis el veneno de la cultura, hoy sería dueño de una cadena de hoteles. ¿Lo entiendes?
Labordeta masticó despacio mis palabras y enseguida encontró la respuesta: Crónica aquí.
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