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Núñez
Conocí a Orlando Núñez Tornés, natural de Las Tunas, creo que en 1971, cuando se hizo el primer encuentro de jóvenes trovadores en la ciudad de Manzanillo. En aquel momento él dirigía la maravillosa ciudad escolar Camilo Cienfuegos, en el Caney de las Mercedes, a donde fuimos a cantar los trovadores. Volvimos a encontrarnos el año siguiente, en la misma ciudad y en el mismo evento, porque teníamos un amigo común: Quintín Pino Machado, que en aquellos momentos dirigía el sector de Educación, Cultura y Ciencia de la entonces provincia de Oriente.
Poco tiempo después, cuando Quintín fue llamado a La Habana para ser viceministro de Cultura, se trajo a Núñez consigo porque apreciaba mucho el carácter abnegado del tunero. Núñez, en su tránsito por Cultura, ocupó diferentes responsabilidades; incluso estuvo un tiempo al frente de la EGREM y también de Cubartista.
De aquellos años recuerdo que Núñez gestionó y nos acompañó a la grabación de Causas y Azares, en Londres; que estuvo en la cima del Turquino aquel 28 de enero de 1988; que estuvo en 1990 en el concierto del Estadio Nacional, en Santiago de Chile.
A principios de los 90, cuando me enfoqué en la creación de mejores estudios de grabación, lo que después dio lugar al proyecto Ojalá, le pedí que se uniera a nosotros. Unos días más tarde, Armando Hart, por entonces ministro de Cultura, me dijo:
--Ya sé que te llevas a Núñez. No eres bobo.
Ojalá siempre fue un proyecto de estudio, pero durante un tiempo no pudo pasar de sueño. Por eso tuvimos que empezar como depósito de mis grabaciones profesionales y caseras: montones de cintas y casetes. Producto del trabajo diario, al mismo tiempo nos fuimos convirtiendo en oficina de coordinación. Y Orlando Núñez fue una de las cabezas pensantes y de las manos hacedoras que hicieron posible muchos proyectos. Lo mismo conciertos en Cuba y en otros países, que giras por las prisiones y los barrios.
Uno de los grandes aportes que Núñez nos hizo fue prestarnos a su compañera, Lucy Romero, como secretaria. Dama de la eficiencia y la dulzura, es otro nombre felizmente ligado a todo nuestro quehacer del último cuarto de siglo. Crónica aquí.
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