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¿Quién es Joaquin Calderón?
Reseña DISCO | EL SECRETO DE MI ÉXITO
Las canciones de Joaquín Calderón nunca fueron hechas para todos los paladares. Por eso, desde sus comienzos, aquellos que nos arremolinábamos a su alrededor cuando agarraba su guitarra y se ponía a cantar, nos sentíamos tan especiales. Y no hablo de un público elitista, sino de un público con una sensibilidad quieta, exquisita, pausada y reflexiva. Han pasado ya nada menos que 7 años desde la publicación de su antecesor: “Soy como puedo”, en el que el cantautor sevillano, ya ponía en valor su carácter puro y su personalidad crítica frente a tanta mediocridad artística.
Como él mismo me adelantaba antes de la primera escucha de su nuevo trabajo: “El secreto de mi éxito es un disco temático, hablo del mercado, la industria discográfica y mi relación con la música. Contado desde la libertad que me confiere el anonimato”. Así lo ha titulado: El secreto de mi éxito, como la película de Herbert Ross que protagonizó Michael J. Fox en 1987. Con la misma guasa y causticidad que aquella simpática producción cinematográfica. También es el título de la primera canción, una canción corta, incisiva y bella que abre el álbum, en ella ya se atisba que Joaquín “va a dar cera y pulir cera”.
A continuación, avanzamos con un Menú degustación, que es una invitación a disfrutar de sus canciones o de su música de forma reposada, plácida, mansa y serena, pues las canciones como los buenos manjares, han de disfrutarse y saborearse lentamente, y más, cuando estamos hablando de alta cocina o cocina de autor o canción de autor. Intuyo la metáfora de oír un disco de principio a fin, sin la impaciencia de pasarte las canciones. Como se disfrutaban antes los discos: el deleite de observar su portada, su contra, tocando el vinilo o el CD con las yemas de los dedos, abriendo su librillo, leyendo las canciones, los créditos y sus agradecimientos… En cambio ahora, abrimos la App de Spotify en nuestro Smartphone y vamos saltando las pistas como queriendo satisfacer de inmediato nuestros placeres auditivos. Se ha perdido casi toda la liturgia.
En el tercer corte del disco, Libre, está la clave o el eje central de esta temática, Joaquín desarrolla su argumentario y hace una declaración de intenciones sobre lo que piensa de su experiencia en este complicado oficio que es cantar o ganarse uno la vida con su música: “No rindo cuentas al mundo/ Yo no le importo/ No sabe quién soy/ y eso me hace libre”. Libre es una canción con dos caras de la misma moneda, la primera parte es amable, incluso me recuerda en los arreglos estilisticos y forma en la que está cantada a nuestro desaparecido compañero Andrés Lewin. La segunda parte, o la otra cara de la moneda, es más áspera, como si estuvieras escuchando el Álbum Blanco de Los Beatles y pasas del track de Sexy Sadie al de Helter Skelter. Ahí es donde la declaración de intenciones (o de principios) se vuelve mucho más afilada, rugosa y realista. Dedicar tu vida a la música, a veces no es vivir, sino más bien sobrevivir a ella.
Si a eso le sumas que hoy en día (por culpa de la mal llamada inteligencia artificial) la multitud humana no escoge la música o a los artistas con un mínimo criterio o una cierta sensibilidad, sino que consume lo que el algoritmo o la industria musical le confieren, apaga y vámonos. Hay una hegemonía de lo vulgar y de lo cutre en el triunfo, o en eso que llaman éxito musical, de ahí temas como El desastre o The HIT, Joaquín se sirve de su punzante espíritu crítico, su aguzada ironía y su sentido del humor ácido y mordaz para desplumar a la gallina de los huevos de oro.
Calderón lleva casi toda su vida dedicándose a esta profesión: músico de formación y de carrera, de directo, de estudio, compositor, autor y productor. Señala que tuvo algunos momentos en los que pudo acariciar eso que llaman las mieles del éxito con su propio proyecto, y aunque lo ha intentado, a su parecer, nunca supo estar en el momento o sitio adecuados para terminar de lograrlo. A pesar de todo, su valía y su enorme talento como artista, sí que le han servido para acompañar a músicos de renombre como Manuel Carrasco, Javier Ruibal o Vanesa Martín, con esta última sigue girando y trabajando en sus producciones en la actualidad. Además, esto le ha dado la oportunidad de conocer la industria desde dentro y tener una perspectiva mucho más amplia.
Quizá a Joaquín no le atosiguen ni le pidan autógrafos cuando vaya al Mercadona o esté en la cola cotidiana para comprar el pan.
Quizá no sea el artista de moda o del momento (“El secreto de mi éxito es que tengo dedos/ y una flor en el pecho que perfuma”) pero claramente, lo que te dice, te lo canta mirándote a los ojos, sin ningún gramo de impostura y demostrando que lo que vive y lo que siente es verdad. La culpa es mía, así lo apunta en una de las canciones, donde la ironía alcanza su máximo zénit y Calderón engendra un tema paródico al más puro estilo de La Mandrágora (Javier Krahe/Joaquín Sabina/Alberto Pérez). Magistral.
El resumen de cómo le ha tratado el circuito musical de canción de autor en este país está reflejado en otra de las canciones más potentes del disco: Un mal negocio, el título ya lleva impresa su propia moraleja. Aunque sus seguidores y amigos no estemos de acuerdo.
En cuanto a los sonidos, este nuevo álbum también bebe de las fuentes de Los Beatles, hablo del sonido carismático de George Martin, el gran arreglista y productor, ese genio que mezclaba sucias guitarras eléctricas, con cuerdas orquestales y con sonidos, acuáticos, respiraciones, ruidos… Eso lo puedes comprobar en el tema Mi pecera, por ejemplo.
Vaya por delante es una ensoñación en clave de sonidos indies, agitando acordes grises con una guitarra eléctrica excesivamente reverberizada, como las que le gustaban a Jeff Buckley, y Joaquín sigue repartiendo cera, tiene para todos, incluso para Rosalía, la adalid musical del siglo XXI al que todos adoran sin tapujos ni reproches.
Nada que ver cierra el círculo y el disco termina en formato acústico, como empezó. Dejándole una propina al oyente, articulando nuevamente su opinión: “Y pensar que aunque entiendas mis versos, no tendrás nada que ver conmigo”.
El secreto de mi éxito es un disco bien equilibrado, un abanico de 10 canciones, mitad vestidas de instrumentos, sonidos y programaciones, y mitad al desnudo, en formato de guitarra acústica y voz. Todos sabemos que Joaquín es un guitarrista notable y no nos priva de su pericia y exactitud al tocar sus hermosos y atrayentes arpegios.
Tampoco es ningún neófito, y aunque él crea que vive en el anonimato, no lo está, y puede y debe estar orgulloso de su trayectoria y de haber publicado ya varios discos con canciones mayúsculas, dos poemarios y gozar de un talento musical avalado por grandes figuras como Carlos Chaouen, Rozalén o Tote King, entre muchos otros. Y está fuera de cualquier etiqueta o arquetipo. Esa garganta trémula y esa forma de escribir tan única es justamente lo que amamos de él.
Una vez John Lennon le dijo a Stuart Sutcliffe, su amigo pintor y poeta, que acompañó a la banda tocando el bajo durante un tiempo en sus comienzos en Hamburgo: “Ven con nosotros, Stú. Vamos a ser tan famosos que va a ser insoportable”. Vaya si lo fue. Pero Sutcliffe prefirió escoger en su vida otra opción: prepararse y estudiar. Quedarse a vivir junto al amor de su vida, la fotógrafa alemana Astrid Kirchherr, y perfeccionar su faceta artística de pintor. Cada uno encapsula su propio concepto del éxito, como Joaquín, volviendo a su canción Vaya por delante: “No estoy retratando una tragedia gris/ al contrario, soy un tipo con suerte/ que decidió quedarse tranquilo y feliz / apartado del exceso de gente”.
El éxito como decía Lennon puede ser insoportable, así que mejor guardarlo en secreto. Sólo para nosotros. Felices y arremolinados en torno a los acordes sonoros del himenóptero anfibiótico Joaquín Calderón.
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