De cuando Alberti cambió el Nobel por unas botellas de vino.
Durante su exilio en Roma, la casa de Rafael Alberti se convirtió en un centro cultural donde se realizaban largas tertulias y de cuya puerta colgaba un cartel que decía: "No se hacen prólogos". Ésto, a modo de broma, era debido a la enorme cantidad de escritores que le solicitaban esa tarea a Alberti.
Fue viviendo allí, que a principios de los años 70, la Academia Sueca consideró galardonarlo con el Nobel.
En aquel tiempo, a Rafael le otorgaron otro premio: ¡30 botellas de vino!
Alberti decidió recoger ese galardón en lugar de viajar a Estocolmo, lo que no le cayó nada bien a la Academia Sueca.
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