sábado, enero 18, 2025

Carmen Martín Gaite

 Carmen Martín Gaite, la escritora de nunca acabar

Figura clave de la literatura española del siglo XX, en su centenario la polifacética autora es reivindicada por un inagotable número de lectores, esos nuevos interlocutores que la encontraron en sus cuentos, novelas, ensayos y collages.

No estudió en colegio de monjas, en sus años universitarios pasó unos meses becada en el extranjero —primero en Portugal y luego en el sur de Francia—, tuvo un buen grupo de amigos y amigas que se dedicaban también a la escritura a los que se fueron sumando a lo largo de los años nuevas generaciones. Logró vivir de su pluma; hizo traducciones, prólogos, guiones, obras de teatro, investigaciones históricas, ensayos, poemas, cuentos, novelas, críticas y reseñas, se separó de su marido y padre de su única hija; fue invitada a impartir clases en varias universidades de Estados Unidos. La vida de Carmen Martín Gaite, la escritora cuyo centenario se celebra en 2025, no parece tan lejana del siglo XXI, aunque ella vivió la guerra de niña y se hizo adulta y desarrolló su carrera en plena dictadura. Tenía 50 años cuando murió Franco, pero es la libertad lo que define en gran medida su vida y una obra en la que mezcló géneros, siguiendo su instinto y curiosidad natural, defendiendo siempre que el impulso que guía la escritura es el de la conversación y no el del ensimismamiento. “No basta con querer que unos ojos nos miren y unos oídos nos escuchen: también nosotros tenemos que mirar esos ojos y aprender a graduar el ritmo de nuestra voz para adaptarlo a esos oídos”, apunta en El cuento de nunca acabar, un brillante y heterodoxo ensayo en el que trabajó más de una década y donde logró plasmar sus ideas sobre la narrativa.

Martín Gaite escribe para llegar a otro, para compartir, para crear un vínculo que ella también sentía como lectora incluso con un olvidado ministro del siglo XVIII perseguido por la Inquisición, entre cuyos papeles pasó sumergida los siete años que le llevó El proceso de Macanaz. “No pedía permiso para vivir ni para escribir”, subraya la novelista Belén Gopegui, quien conoció a Martín Gaite en el Café Manuela de Madrid tras una lectura de poemas, y con quien mantuvo una buena amistad antes incluso de publicar su primera novela. “El precio de no pedirlo a veces fue la condescendencia y el ninguneo ejercidos desde un entorno supuestamente triunfador, pero siguió adelante. Al abrirse camino, nos lo abría. Porque la suya fue siempre una libertad generosa, que hacía sitio a muchísimas personas, algunas escribían, cantaban, pintaban, otras no; nunca buscó el nombre ni el valor de cambio de las compañías, sino la amistad franca. Supo ver lo mejor que había en cada cuál y lo hizo crecer”. Nota aquí.




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