Paco Ibáñez, a sus 90 años y sobre el escenario, echa la verdad por la boca
El veterano cantautor político llena el Palau de la Música Catalana en Barcelona y el teatro Coliseum de Madrid.
Apareció en el escenario de riguroso negro, fiel a su imagen, y con una envidiable melena blanca como contraste. A sus 90 años, Paco Ibáñez tiene un caminar vacilante y los achaques propios de esa avanzada edad, pero los mismos ideales e idéntica fuerza que cuando irrumpió como cantautor hace seis décadas. Y ese aire rebelde y poético a la vez, socarrón y profundo, sobrevolaba a las 1.400 personas que abarrotaron el madrileño teatro Coliseum el lunes por la noche para escuchar a un pionero de la canción de autor, al artista que puso música a los mejores poetas españoles.
Acompañado del guitarrista Mario Mas, Paco Ibáñez arrancó su recital con Erase una vez, poema de José Agustín Goytisolo sobre un mundo al revés, para seguir inmediatamente después con Es amarga la verdad de Francisco de Quevedo, toda una declaración de principios de su trayectoria. “Pues amarga la verdad quiero echarla de la boca y si el alma su hiel toca esconderla es necedad, sépase pues libertad ha engendrado en mi pereza la pobreza”. El público estaba entregado desde el primer minuto, pero esas dos canciones, que fueron símbolos del antifranquismo, convirtieron el teatro en un multitudinario coro que conocía de memoria sus letras. A pesar de sus muchas más canas y sus goteras de salud los espectadores emprendieron un viaje a sus recuerdos juveniles y a una rebeldía que sigue viva en buena parte de la generación de los progres. Desde luego que motivos para la protesta no faltan en una época que asiste, entre la perplejidad y la indignación, al ascenso de la extrema derecha en todo el mundo.
No obstante, Paco Ibáñez no quiso recrearse tan solo en sus temas más conocidos y ofreció varias intimistas canciones en euskera en homenaje a su madre o una pieza sobre un poema del poeta gallego Celso Emilio Ferreiro o invitó al escenario a Soleá Morente para que interpretara una tierna Nana de la mora. Haciendo gala de un humor que se reía de sus propias limitaciones por la edad, (“¿Dónde tengo las gafas? No encuentro la cejilla de la guitarra”) fue desgranando también las canciones que lo hicieron famoso allá por los años sesenta y setenta del pasado siglo. Admirador de Georges Brassens y más tarde amigo y compañero de aquel mítico cantante francés, así como de Jacques Brel, Edith Piaf o Leo Ferré; el gran mérito de Paco Ibáñez consistió en poner música a poetas clásicos como Góngora y Quevedo, a la vez que descubría a otros condenados al olvido por la dictadura franquista. Gracias a este cantautor, nacido en Valencia pero criado en el País Vasco, varias generaciones conocieron y comenzaron a leer a Federico García Lorca, Antonio Machado, Miguel Hernández, Rafael Alberti, Blas de Otero, Gloria Fuertes, Gabriel Celaya o José Agustín Goytisolo. Su disco España de hoy y de siempre, publicado en 1967, supuso una reivindicación con música de la mejor cultura española y un grito contra el ostracismo de tantos y tantos intelectuales prohibidos por la dictadura.Nota aquí.
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