Atardecer
Un crepúsculo de oro, suave fuego
recortando los viejos edificios.
A lo lejos, la sierra. Es una tarde
de luz que, en un instante, se deshace.
Resplandor imposible, muy muy lejos.
Muere el día. La noche se aproxima
como un gato pisando los tejados.
Mi corazón se abre a las ciudades
que acogieron mis sueños y mis miedos.
Y con ellas, algún amor que llega
fugaz como un suspiro, una caricia,
casi sombra perdida en la memoria,
pedazos de cristal. Apenas nada.
Y ya no recordar. Y lo imposible.
Y miro el horizonte. Este crepúsculo,
este mundo que hoy arde como un ascua,
que entra en mi corazón, igual que un pájaro
herido por la dicha inalcanzable.
Este hambre de ti, nunca saciado.
La vida, Dios, la vida, breve, enorme,
en la tarde dorada. Atardeceres
que anuncian el final. Esta certeza
de saber que tu piel, que tanto amara,
se borró de mis dedos. Solo sombra.
(¿Dónde estás, niña mía? ¿Me recuerdas?)
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