miércoles, enero 29, 2025

Rodolfo Serrano

 Entonces, un día

Un día ya no nos llamaremos.
Dejaremos
la dulce desazón de las esperas,
el instante
de miedo por no vernos,
ese extraño
deseo de que el tiempo se detenga,
nos envuelva,
nos guarde entre sus brazos.
El Principito
no esperará ya al zorro.
Y el amor,
lo mismo que un relámpago,
desaparecerá en las nubes de la tarde.
Tal vez quede el recuerdo,
tibio y tenue,
de los años perdidos en la noche.
Pero ¿dónde estaremos, vida mía?
¿Hasta dónde este miedo a la tormenta?
¿Seré un nombre
que salte hasta tu pecho
en los bares que fueron paraísos,
ese lugar donde todo
eras tú?
No sé lo que será de mí, de ti.
De la tristeza
que llena ahora estas calles,
las ciudades
amadas por nosotros,
por nosotros.
No sé dónde estarán esas mujeres
que arroparon, del frío, nuestros cuerpos.
Entonces, en la tarde,
en el silencio
de nombres y de voces,
cuando estemos
más solos y más tristes,
derrotados,
los cuerpos ya vencidos,
la añoranza
vendrá para salvarnos del olvido.
Foto de Raul Cancio.



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