Lo llaman Berry, fue manager de Serrat durante 52 años y de Sabina a lo largo de 26 y se retira con Joaquín en su última gira: “Ahora, a los 77, sí me jubilo de verdad”
Tras más de seis millones y medio de kilómetros recorridos y más de cinco décadas girando junto a ambos cantautores y a Paco de Lucía y José Luis Perales, repasa para Revista GENTE su fascinante vida a sol y sombra con las leyendas hispanas de la música.
-El viernes 13 de julio de 2007 -si no nos equivocamos- usted tenía 59 años -si tampoco nos equivocamos-, y en Vigo, al noroeste de España, nos declaró antes de un show en Santiago de Compostela: “Ésta es la tesis final de mi carrera”. ¿Puede ser o los archivos de GENTE mienten?
-¡Síííí, es verdad! Los archivos de GENTE no mienten. Además tú estuviste ahí -responde enfático.
-Lo cierto es que pasaron dieciocho años y, “tesis final” de por medio, usted acá sigue, Berry...
-(Risas) Tenía razón porque era la primera gira de Juan Manuel (así lo llama, no Joan) Serrat y Joaquín Sabina juntos: Dos pájaros de un tiro. Nunca pensamos que surgiera ¡otra! (Dos pájaros contraatacan, en 2012) y ¡¡una más!! (No hay dos sin tres, en 2019), y no había para mí nada mayor, una tesis mejor, que una sobre ambos: era el súmmum.
-En todo caso mencionó la palabra “tesis”, no “retiro”…
-Tal cual, porque la palabra retirada para mí siempre estuvo ligada a Serrat, ya que yo le decía que me jubilaría con él. Ésa era la idea. El tema es que nunca pensé que tampoco Juan Manuel durara tanto ni que, como ellos ya son familia más que otra cosa, se alargaría la gira de Joaquín. Y acá nos encontramos. Me he dado el gustazo de estar en la despedida de José Luis Perales, de Serrat y ahora mismo estoy en la de . Ya soy un especialista en despedidas.
Va promediando el tour Hola y adiós de Joaquín Sabina por los alrededores de su adorado Río de la Plata, y José Emilio Navarro -así figura en su documento- revuelve la rodaja de limón que acompaña su vaso de agua mineral. Estamos en Pony Line, el bar interior del Hotel Four Seasons, donde Berry (así lo llaman todos) se aloja junto con la comitiva de 25 integrantes que acompañan al genial andaluz durante su decena de presentaciones de despedida en el Movistar Arena, y… perdón la duda pero la rigurosidad periodística y sus antecedentes nos obligan a consultárselo directamente delante de su bronceado rostro:
¿Será ésta la última gira de Sabina y usted, nomás? Porque eso afirmaban en 2023, cuando lanzaron Contra todo pronóstico...
-Es que yo ya me he jubilado de verdad. Despedí a las empleadas que tenía (entre ellas a mi hija) y cerré mi oficina de Berry Producciones, cerca de casa. Iba poquito a poco sin ninguna prisa, vaciándola, tirando muchas cosas, enviándoles a los artistas. Cosas, algunas, que ni ellos se acordaban que tenían. Sobre todo en el caso de Juan Manuel, por el tiempo que he estado con él: le mandé seis cajas a Barcelona con unos vídeos que son una joya. A Joaquín también, a Perales, a la familia de Paco de Lucía, junto a quien también permanecí treinta y cinco años… En fin, cuando todo se había desmontado, y contra todo pronóstico, surgió esta oportunidad. Así que me he vuelto a dar de alta, porque no se puede cobrar del Estado y seguir trabajando. Ahora tengo lo que en España se llama una jubilación activa.
- ¿Qué joyas encontró en su oficina que lo sorprendieron?
-Varias. Por ejemplo, un contrato de Simon & Garfunkel. Los llevamos el 25 de mayo de 1982 al campo del Rayo Vallecano. Con el mismo escenario después tocaron los Rolling Stones en Madrid durante el Mundial de España. Y me sorprendió porque fueron los únicos artistas anglosajones con los que trabajé. Cuando vi las exigencias, las formas y que había que tragar mucho, decidí que no repetiría. Y debo de decir con todo orgullo que en mi país soy el único que ha mantenido esto: puede dar fe el promotor catalán Gay Mercader. La compañía de discos CBS le sacó el concierto a él, que era muy amigo mío, y lo hice yo. Luego le avisé: "No te preocupes, no haré otro." Y me he limitado a los artistas nacionales y a llevar muchos de aquí para allá.
-¿Guarda algún registro de millas recorridas?
-Sólo en la ficha de Iberia, que me llevó y trajo de España, llevo registrados más de seis millones y medio de kilómetros volados. Y no cuento aquellos interiores de América y los Estados Unidos, de los que carezco de rastros. Debo haber cruzado unas doscientas veces el Océano Atlántico. Con Serrat vengo desde 1971, con el disco Para la libertad, de Miguel Hernández. En aquel momento no había teléfonos celulares ni existían los avances actuales de internet, así que si quería cerrar una presentación -lo mío ha sido muy a la antigua, muy muy muy a lo hormiguita-, venía a verle la cara al señor con el que debía firmar el contrato. En ocasiones tomaba vuelos por la mañana a Buenos Aires que por la noche volvían a Madrid. Era otro mundo. Y ahora, sí, estoy en “un último vals… para mí”, como canta Joaquín. Nota aquí.
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