"Los escritores usamos la experienciay lo que tenemos en la cabezapara construir ficciones"
La escritora nicaragüense Gioconda Belli visitó Buenos Aires con pasaporte español porque el presidente de su país Daniel Ortega, como a otros intelectuales, la despojó de su nacionalidad.
-¿Esta novela también tiene que ver con su propio exilio?
-No, la empecé a escribir en la pandemia en Nicaragua. No tenía ni idea de que me iba tocar el exilio. Ni idea. La historia fue creciendo. Y claro, una vez que estuve en el exilio, tuve que aprender cómo había sido el confinamiento en España. Entrevisté a varias personas para saber cómo lo habían vivido. Vi la casa donde sucede, la casa de la madre donde Penélope llega y tiene que hacer todo para deshacerse de los bienes. Ese cierre de una vida me pareció bien impactante porque yo lo he hecho.
-¿Cómo surge esta novela?
-La historia no es mi historia pero si hay rasgos. Fui una persona que estuvo muy involucrada políticamente, que también tuve una situación con mis hijas porque se sentían desplazadas por mi compromiso político, también me tocó estar en el exilio en 1975. También mi mamá fue muy importante en mi educación sexual y parte de la libertad que tiene Penélope y la madre, sobre todo la madre con su idea de la belleza y el sexo como seducción, también lo aprendí yo de mi madre que era una mujer extraordinaria. Pero tampoco Valeria es mi madre. Los escritores usamos todo lo que tenemos en la experiencia y en la cabeza para construir ficciones.
-¿Cómo es la relación madre e hija?
-Bien complejas, que nunca conocemos muy bien a nuestras madres, porque las conocemos como madres, no como mujeres. ¿Conocemos a nuestras madres o no? Y después Penélope como hija, su propio programa de vida, su propia emoción al llegar cuando se le muere la madre. Creo que las dos tienen mucho para decir.
-Se lo dedica a sus hijos, ¿Es por esto que decía que se sintieron desplazados?
-Muchísimos de los que estuvimos en la revolución teníamos esa culpa y ese problema de que los hijos entendieran lo que estábamos haciendo en ese momento no lo podían comprender porque eran pequeños. Todo lo que hacíamos era clandestino, entonces tampoco podía decirles. No pensaba en el presente, yo pensaba en el futuro que les quería construir a ellas. Porque teníamos un presente que era una tiranía. Pensaba estoy haciéndoles el futuro, estoy haciendo algo para que ellos no tengan que vivir lo que yo he vivido.
-¿Lo leyeron?
-Lo están leyendo. No me han dicho nada todavía. Pero es que bien interesante porque es difícil, cuesta que los hijos lean mis novelas. Pero así les pasa a todos los escritores. No las quiero presionar mucho tampoco. Entonces no les he estado preguntando.
-Pero si era algo que vos le querí. como decir a través de la novela.
-Si al final de la novela en el epílogo o las notas ahí yo digo que quería reconocerle a todos los hijos, hijas que sufrieron esas carencias durante su infancia, que reconocerlas lo que ellos sentían. Entonces Penélope y lo que ella siente es lo que yo imagino que pueden haber sentido.
-¿Se arrepiente de algo?
-La historia uno no la escoge. Yo nací en un país con una dictadura. Creo que escogí coherente con mi sensación de injusticia, de que había que hacer algo que no resultara exactamente como yo soñé que debería resultar, pero también porque creo que va a resultar. Creo que creo es que nosotros nos desilusionamos muy rápido, porque queremos que los sueños se cumplan en nuestro tiempo de vida. Y si uno se pone a pensar en la historia, historia es muy larga y nuestro tiempo de vida es muy corto. Si te pones a pensar en la revolución francesa, triunfó esa gran revolución. ¿Y qué pasó después? Vino el terror. La República Francesa tardó 100 años. Cuando regresamos a Nicaragua porque yo estuve en el exilio en Costa Rica y cuando ya triunfó la revolución yo la fui a recoger a mis hijas a San José, Costa Rica y me las llevé en el automóvil de vuelta a Nicaragua. Y me acuerdo que me paré, cuando ya cruzamos la frontera, para decirles lo que quiero que aprendan de esto es que los sueños son posibles. La posibilidad de los sueños, es mi herencia para ellos.
-¿Y este nuevo exilio?
-Lo mismo pienso. O sea que esta vuelta que ha dado la revolución en que yo participe es inconcebible. Es peor porque es más cruel, más falta de compasión y han quitado todo. A mí me quitaron mi nacionalidad, mi casa. La pensión de jubilación de toda gente que ya tenía 80 años, 90 años, se los quitaron.
-¿Lo trató a Ortega?
-Sí, pero nunca me impresionó. Ortega me pareció siempre un ser mediocre. Y no me lo confirma la realidad. Nota aquí.
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