
Yo siempre quise ser
el hombre de tu vida,
ese beso que nunca
pudieras olvidar,
la caricia más dura
y el mordisco más suave,
el pecado más sucio
y el demonio sediento
del licor que en tu sexo
guardabas para mí.
Continúa aquí.
Publicadas por
Romano
a la/s
10:55 a.m.
Etiquetas: Rodolfo Serrano
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