Un trovador anarquista en viñetas.
La biografía en cómic de Georges Brassens desmitifica a una de las leyendas de la ‘chanson’.
Escondía el genio callado tras su bigote, su guitarra, su pipa y sus gatos, siempre, a poder ser, alejado de los focos, entre sombras de bambalina, dejándose llevar mar adentro, como mecido por un ritmo con sabor a espuma y sal, el de las olas recurrentes de la playa de Sète, donde nació en 1921 y donde pidió ser enterrado (Supplique pour être enterré à la plage de Sète), para él siempre pareció fácil lo que para tantos es imposible —derrochar sabiduría casi sin querer, en vez de aspirar a hacerlo y no poder—, rumiando la evidencia cruel de tener que ser músico al no poder ser novelista ni cineasta, se llamó Georges Brassens, enamoró a una generación y sostuvo, junto a gente como Ferré, Moustaki, Gainsbourg, Brel y Juliette Gréco los pilares de la chanson en su vertiente mítica: la de los cantantes inmortales, irrepetibles, maravillosas flores de ruina. Nota aquí.
jueves, enero 03, 2013
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