" Antes los niños querian ser astronautas..."
Muchos consideran al poético, periodístico y novelístico pirata de pañuelo negro anudado en la cabeza el Bukowski de Malasaña. Pero él mismo se define como un “pésimo partido”. Tiene esa mirada de quien retrata hasta lo más profundo de la identidad humana. De quien conoce las pasiones delirantes de la canalla noche madrileña y las retrata a través de personajes malditos que, a veces, dejan saborear cierta amarga victoria. Su nombre es Carlos Salem (Buenos Aires, 1959), un prolífico escritor de cuya pluma salen novelas negras -Matar y guardar la ropa-, libros de poesía –Follamantes- y obras de teatro –El torturador arrepentido-. Recibe a El Acróbata en su céntrico piso próximo la plaza donde sirven el mejor “relaxing cup of café con leche” del mundo. Con ese acento “argeñol” -medio argentino, medio español- invita a entrar al pequeño refugio, estudio del genio. Los libros se acumulan en una pequeña estantería y sobre las paredes cuelgan, desde un premio de la Semana Negra de Gijón hasta un pequeño retrato del artista, blanco y negro, con la cabeza gacha, su eterno pañuelo negro y una pequeña ancla sobre el pecho. En la mesa está su nuevo libro, En el cielo no hay cerveza, y, como en cualquier novela de Salem, comienzan a sonar los boleros y el olor a bourbon impregna el ambiente. Nota aquí.
Muchos consideran al poético, periodístico y novelístico pirata de pañuelo negro anudado en la cabeza el Bukowski de Malasaña. Pero él mismo se define como un “pésimo partido”. Tiene esa mirada de quien retrata hasta lo más profundo de la identidad humana. De quien conoce las pasiones delirantes de la canalla noche madrileña y las retrata a través de personajes malditos que, a veces, dejan saborear cierta amarga victoria. Su nombre es Carlos Salem (Buenos Aires, 1959), un prolífico escritor de cuya pluma salen novelas negras -Matar y guardar la ropa-, libros de poesía –Follamantes- y obras de teatro –El torturador arrepentido-. Recibe a El Acróbata en su céntrico piso próximo la plaza donde sirven el mejor “relaxing cup of café con leche” del mundo. Con ese acento “argeñol” -medio argentino, medio español- invita a entrar al pequeño refugio, estudio del genio. Los libros se acumulan en una pequeña estantería y sobre las paredes cuelgan, desde un premio de la Semana Negra de Gijón hasta un pequeño retrato del artista, blanco y negro, con la cabeza gacha, su eterno pañuelo negro y una pequeña ancla sobre el pecho. En la mesa está su nuevo libro, En el cielo no hay cerveza, y, como en cualquier novela de Salem, comienzan a sonar los boleros y el olor a bourbon impregna el ambiente. Nota aquí.
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