“El carbón y la rosa”, de Joaquín Carbonell
“De ningún modo cae en la monotonía, y a tomar por saco el tópico del cantautor aburrido, que a estas alturas del partido ya huele a argumento torticero”
Desde 2008 Joaquín Carbonell no editaba disco de estudio con canciones nuevas (aunque ha habido directos y curiosidades varias, a veces solo, a veces con Labordeta y Eduardo Paz, a veces con Los 3 Norteamericanos). Nueve años, y eso que tras una larga espantada parecía que desde 1996 había cogido impulso y cada poco dejaba caer nueva remesa de canciones. Así que este “El carbón y la rosa” se recibe con la alegría con la que celebras el reencuentro con un viejo amigo del que hace mucho no sabes nada. Y no, Carbonell no es amigo, pero sí un magnífico cantautor de esos que pese a moverse por los márgenes de la música española, la engrandecen y ennoblecen con sus canciones, por mucho que el común de los mortales no tenga ni la menor idea de quién es y, probablemente, no le importe un pito saberlo. Aunque a otros nos parezca una figura esencial a la que escuchar con atención y congratularse de que no haya abandonado la guitarra en el desván y se haya dedicado a vivir la vida plácidamente, ajeno a los sinsabores que su oficio suele deparar a quienes arrastran décadas de vagabundear por su cuenta, sin apoyo discográfico o mediático y sin el colchón del respaldo popular (destaquemos, en todo caso, que Carbonell es de sobra conocido en Aragón, eso sí). Nota aquí.
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