lunes, septiembre 18, 2017

Luis García Montero

Madrid

Creo que no está de más en estos días hacer una declaración pública de amor a Madrid. Los necesarios debates políticos, convertidos en cerrazón o en inercias desquiciadas, cubren los muebles de la casa con el polvo de los malos entendidos, las caricaturas y el desprecio.

En una polémica a propósito de la política de la Restauración y de la corte de Alfonso XIII, Ortega y Gasset le dijo a Unamuno quehay opiniones sobre ciudades que, más que opiniones, parecen faltas de educación. Llevo semanas oyendo faltas de educación sobre Barcelona y Madrid. Como he cantado muchas veces mi amor por Barcelona, no quiero que se me pase dar testimonio de lo más cercano, de mi gratitud y mi amor por Madrid. Explico algunas cosas.


Y olvido algunas visitas infantiles con mis padres para recordarme de poeta joven, al principio de los años 80, bajándome en la estación de Atocha. Me esperaba el maestro Rafael Alberti,que iba a tener la generosidad de presentar en el Ateneo mi libro El jardín extranjero. Con Rafael hablé muchas veces de muchas cosas, por ejemplo, de los tres años de resistencia madrileña ante la agresión fascista en la guerra civil. Tres años, un caso insólito en la Europa de entonces, soportando a la aviación alemana, al armamento italiano y a los militares golpistas. "Madrid, Madrid, qué bien tu nombre suena, / rompeolas de todas las Españas", cantó Antonio Machado entonces para reconocer la dignidad del "No pasarán" y la solidaridad de un pueblo que cifró su orgullo en la resistencia contra el fascismo. Nota aquí.


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