El Rinconcillo, la taberna de Murillo
Cada vez que el camarero pasa la bayeta por el mostrador de caoba para cerrar la cuenta de tiza limpia 350 años. Dicen que es la taberna más antigua de Sevilla. Había otra, Las Escobas, que acabó barriendo el tiempo. Pero El Rinconcillo aguanta. En tres siglos y medio no había cerrando ni un solo día hasta el confinamiento. Y en cuanto volvió a abrir se llenó más que el Alcázar porque para los sevillanos es el templo original del moyate de la Giralda. El primer vestigio. Tan importante para Sevilla como Itálica y el templete de la Cruz del Campo, desde donde la espuma salada de las olas del Guadalquivir llega a la barra como un arreón de esperanza.
Cuando esta capilla abrió la puerta en 1670, reinaba Carlos II. Murillo se tomó por allí algún vaso de coronel antes de que el vino de la casa cogiera ese nombre. Se lo puso el teniente coronel jefe de la Comandancia de la Guardia Civil, vecino de la collación. Ramón Cantos pasaba todos los días por el confesionario a tomarse un valdepeñas antes de ponerse el tricornio. Como todos los camareros sabían ya lo que quería, entre ellos se avisaban: «Pon el vaso del coronel». Y los demás clientes pensaron que coronel era el nombre de aquel tinto. Hasta hoy. Nota aquí.
0 comentarios:
Publicar un comentario