La felicidad
Soy un hombre feliz. Cada mañana
me echo a la calle. Compro
el pan y los periódicos.
Miro un cielo de nubes como besos.
Y, a lo lejos,
las nieves de la sierra.
La gente que camina por mi lado,
feliz también,
feliz en sus asuntos.
Un sol de invierno colgado de los árboles.
En mi cabeza, un tango del Polaco
y las viejas pasiones, ya ceniza.
Camino con la vida de la mano,
con el azul purísimo del aire
metido en los bolsillos.
Me detengo
ante un escaparate
y llamo a los amores del olvido.
Soy feliz, me repito.
Intensamente
feliz. No hay quien me pueda
robar esta alegría que recorre
mi piel como una dulce borrachera.
Mas, ¡dios mío!, lo sé, a qué engañarme.
Cuando vuelvo después hasta mi casa,
el dolor de las cosas,
de muerte en las fronteras y en los mares
me ahoga la garganta y me derrota.
Y añoro, fieramente,
esa felicidad que nunca nunca
podrán acariciar mis dedos torpes.
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