Atahualpa Yupanqui en una mirada integradora
El ensayista y poeta aborda la figura del autor de "El arriero va" a través de su literatura, su búsqueda de una identidad, sus canciones y sus visiones políticas.
El cancionero de Atahualpa Yupanqui no necesita fanáticos sino interrogadores, piensa Alejandro Gómez Monzón, que es escritor, que es poeta, que es ensayista, y que ha utilizado su pluma justamente para responderse algunas preguntitas sobre don Chavero, a través de un libro flamante y de título sugerente: La flecha ya está en el aire (El cancionero y la literatura de Yupanqui). Deviene tal de “La flecha”, una milonga que Ata grabó alboreando los setenta. “Ni bien escuché esta canción, supe cuál sería el título del libro”, asegura el autor, hombre nacido en Todd, pueblo ubicado en el norte de la provincia de Buenos Aires, y aquerenciado hoy en los pagos de Yupanqui: Pergamino.
Publicado por la Editorial Mil Campanas, el ensayo de Monzón –prologado por Sergio Pujol y epilogado por Liliana Herrero- se propuso abordar la abarcativa y contradictoria figura de Yupanqui en todo su esplendor: su literatura, su búsqueda de una identidad propia –“entre Chavero y Yupanqui”-, sus canciones y sus visiones políticas. Y lo logró a través de un entreverado y jugoso vaivén biográfico de siete capítulos. “Puedo señalar tres ejes del trabajo”, asegura Monzón a Página12. “Las identidades desarrolladas en el cancionero y en la literatura de Atahualpa; la fuerte conexión entre su obra y el imaginario surero o pampeano; y el Yupanqui autor y lector de literatura”.
-¿Puede que el principal entre los tres haya sido el de intentar dilucidar su identidad?
-Por caso, una pregunta que enhebra buena parte de este trabajo es qué habría pasado si Héctor Chavero hubiera elegido como nombre artístico el mismo, y no Atahualpa Yupanqui. Bautizándose de esta manera, él se aleja del Héctor homérico, del Chavero vasco y del Héctor Chavero pampeano, alejamientos que le permiten ingresar con mayor fuerza al circuito musical argentino. Por un lado, más allá de este silenciamiento onomástico, hay un subsuelo surero decisivo en Yupanqui, que forjó su imagen de cantor caminante y comprometido a la luz de los payadores anarquistas que recorrían la provincia de Buenos Aires a comienzos del siglo XX, así como de la lectura que hizo del Martín Fierro durante la niñez y la juventud. En cierto sentido, las lejanas tierras de las que habla el seudónimo quechua son las de la pampa bonaerense. Por otra parte, si bien la obra de Yupanqui instaló al aborigen en el folclore criollista de los años 30 y 40, la respiración incaica de su nombre artístico le otorgó mayor cercanía con el mundo del noroeste, donde a comienzos del siglo XX la oligarquía nacional fijó la cuna folclórica argentina, y donde la herencia originaria está más a flor de piel que en la provincia de Buenos Aires. Nota aquí.
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