domingo, diciembre 22, 2024

Horacio Ferrer

 A 10 años del adiós de Horacio Ferrer, el poeta “piantao” que le contagió al tango su fantasía y le enseñó un nuevo idioma

El 21 de diciembre de 2014 falleció el autor de “Balada para un loco” y de “Chiquilin de Bachín”. Tenía 81 años. Sus cenizas fueron arrojadas en el Río de la Plata en un punto equidistante entre Montevideo y Buenos Aires.

Hay que estar muy loco, o ser un gran poeta, para pararse frente a Dios y decirle: “Flaco, no te pongas triste; todo no fue inútil, no pierdas la fe. En un cometa con pedales, dale que te dale yo sé que has de volver”.

Y hay que tener un guiño de Dios, además de ser un gran poeta, para imaginar que un loco enamorado sale de atrás de árbol de la calle Arenales y se planta frente a la amada con esta pinta, que ella describe con asombro: “Mezcla rara de penúltimo linyera y de primer polizonte en el viaje a Venus. Medio melón en la cabeza, las rayas de la camisa pintadas en la piel, dos medias suelas clavadas en los pies, y una banderita de taxi libre levantada en cada mano.”

Eso, y mucho más, hizo por la poesía y la música Horacio Ferrer, que murió hace diez años, el 21 de diciembre de 2014, y dejó un hueco que todavía no se cubrió, como suele pasar cuando mueren los grandes de la música y la poesía populares. Junto al genio de Astor Piazzolla le hizo dar una vuelta carnero al tango; ambos lo dotaron de nuevos acordes, de nuevos arreglos, de nuevos compases; saltearon métrica y ritmos; crearon nuevos verbos, nuevos adverbios y nuevos sustantivos que fueron cantados, gritados, proclamados por voces claras o roncas, daba igual; abaritonadas o con registro de tenor, daba igual; voces masculinas o femeninas, daba igual, que respetaban el fraseo o creaban uno nuevo, con medio melón en la cabeza y las rayas de la camisa pintadas en la piel; voces como las de Héctor de Rosas, Amelita Baltar, Roberto Goyeneche, Raúl Lavié, Jairo, José Ángel Trelles, Julia Zenko entre otras voces de gloria. Nota aquí.





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