sábado, enero 11, 2025

Paco Ibáñez

 Paco Ibáñez, el juglar rojo: “Ya no hay indignación, ya no hay opinión, todo es yo, ¡el ‘yoísmo’!”

El artista que cantó y canta a los grandes de la poesía en español cumplió hace poco 90 años, de los que ha empleado más de 60 en pisar escenarios de medio mundo y publicar un buen puñado de discos a caballo entre la creación musical y el activismo político. Lo celebra con un nuevo álbum en ciernes y varios conciertos. Tiene 90 en el DNI pero, asegura, 30 en el espíritu.

Paco Ibáñez se morirá —y los demás también— sin saber por qué su adorado tío Ramón, un kashero cascarrabias del pueblo de Aduna (Gipuzkoa), cada vez que él le preguntaba “¿Zer moduz, osaba?” (¿Qué tal estás, tío?), le contestaba “¡Gaizkiiii!” (¡Maaaal!). Pero qué otra cosa es la vida que las grandes preguntas sin respuesta o con respuesta indescifrable. Él, al contrario que el osaba Ramón, se encuentra bien, gracias. Si no, no se explicaría que los 90 años que cumplió el 20 de noviembre los afronte ni más ni menos que preparando un nuevo disco —Érase una vez— con alguna composición inédita y nuevos arreglos y adaptaciones de temas viejos, y con una minigira que le llevará, de momento, a Barcelona (Palau de la Música, 16 de enero), Madrid (Teatro Coliseum, 27 de enero) y Bilbao (Teatro Campos Elíseos, 15 de febrero), aunque ya tiene previsto otro recital sin fecha confirmada en París.

Para quien —en tiempos como estos de genios musicales españoles y latinos a repetición y fotocopiamente ocupando sin desmayo la primera plana— no conozca a Paco Ibáñez, hay que empezar diciendo que hablamos de un pionero. Él fue el cantautor que empezó a poner voz y guitarra hace más de 60 años a los grandes de la poesía en español. Desde Góngora y Lorca hasta José Agustín Goytisolo y Gil de Biedma pasando por Neruda, Rubén Darío, Blas de Otero, Celaya, Cernuda, Alberti o Miguel Hernández, su timbre ronco y feroz ha retumbado en escenarios de medio mundo y en sucesivos discos convertidos ya en clásicos, siempre en un cruce de caminos entre la creación musical y un incansable activismo de izquierdas que lo convirtió en presa recurrente de la censura franquista.

Nacido en Valencia de un valenciano y una guipuzcoana que se habían conocido en París, su biografía marea un poco. Tras vivir en Valencia y en Barcelona, la familia se exilió en Francia tras la derrota de la República en la Guerra Civil. El padre, un ebanista anarquista del que él aprendería el oficio, fue detenido e internado en los campos de trabajo de Saint-Cyprien y Argelès-sur-Mer, en el sur de Francia. Fue cuando la madre y los hijos regresaron a España, instalándose en San Sebastián. El pequeño Paco fue enviado entonces a Apakintza, el caserío familiar de Aduna, con sus tíos y abuelos. Allí, cantando a las vacas y a las ovejas, se fraguó el vascoparlante que es (habla castellano, euskera, catalán, francés, italiano y hebreo), recuerdos que recogería en 1999 en su disco Oroitzen (Recordando). En 1948, su madre, sus tres hermanos y él cruzaron la frontera y se reunieron en Perpiñán con el padre. Tras unos años allí, marcharon a vivir a París, ciudad que cambiaría la vida de Paco Ibáñez. Allí conoció, en 1955 y durante un concierto en la sala Olympia, a Georges Brassens, que a la postre sería el clic que le llevaría a dedicarse a la canción. El músico que se marchó A galopar con Alberti ha vivido en Valencia, Barcelona (varias veces), Madrid, Perpiñán, Aduna, París (varias veces) y ahora, desde hace dos años, lo hace con su compañera Julia en Camallera, un pueblecito perdido del Empordà. Allí nos sentamos con él para hablar del ayer pero, sobre todo, del hoy. Que del mañana, ya si eso.

Si yo le preguntara cómo es que con 90 años prepara un nuevo disco y una serie de conciertos, usted podría contestar con toda ley que los 90 es una edad como otra cualquiera, ¿no?

Sí, pero también diría que esos 90 años han pasado en cuatro meses. Joder. Yo oigo eso de que tengo 90 y digo: ¡pero si yo sigo teniendo 30! Treinta máximo. Eso es un sentimiento, ¿eh?, no es físicamente medible, claro, pero lo tengo aquí y aquí [se señala la cabeza y el corazón]… bueno, y en la musculatura, claro. Y en el carácter. Nota aquí.






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