NOCTURNO PERENNE
Acaricia el silencio,
la belleza que contempla la quietud.
Cultiva señas de identidad
Aguarda embriagado el canto de los pájaros.
Sonríe a la derrota.
Susurra a una lágrima.
Deslumbra al pensamiento.
Acoge cada instante como si fuera el último.
De regreso a la fe, seduce al vacío y se evapora.
Reposa en su abandono.
Bajo la luz de la serenidad,
despliega su ternura.
Dilata con destreza la mirada de un suspiro.
Deshace lamentos fugaces.
Los convierte en reflejos luminosos.
En relámpagos de gloria.
Su revuelo, a la deriva, esquiva a la monotonía.
Gravita.
Rumbo al remanso… sucumbe.
El azar lo ama.
Mantiene inmóvil su armonía.
Confía en sí mismo y su otro yo.
Gotea en el contorno de la calma y las auroras.
Vive su vida en muchas vidas.
Por eso ululan las palabras en el patio cristalino de su alma.
Por eso cautiva.
Todo lo que ve, sueña.
Más aún…
Revitaliza.
Un paraguas de estrellas besa sus labios y los míos.
Un almanaque de albricias lo espera cada amanecer.
La gratitud baila en su eco.

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