La Mata Hari del Caribe
Marita Lorenz fue contratada por la CIA para asesinar a Fidel Castro. No pudo hacerlo: se había enamorado de él. Ahora recupera en una biografía su historia.
El rumbo de la isla caribeña de los cubanos y de la guerra fría reposaba en forma de píldoras venenosas en un bote de crema rejuvenecedora Pons. Allí las había escondido Marita Lorenz cuando embarcó en Miami a principios de 1960, rumbo a La Habana. Su misión: matar a Fidel Castro, su amante durante ocho meses. Ella era la Mata Hari del Caribe.
Nerviosa, casi en estado de pánico y temerosa de que a su llegada al aeropuerto José Martí fuera registrada y encontrasen las pastillas envenenadas que llevaba consigo, Lorenz las depositó en un bote de crema facial. “Me sentía incapaz de llevar a cabo la misión que Frank Fiorini [Frank Sturgis, condenado luego por el Watergate] me había encomendado. No iba a matar a Fidel, no fallé, como otros cientos que lo intentaron después. Sencillamente, fui incapaz y no me arrepiento”, explica hoy Lorenz. Nota aquí.
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