martes, septiembre 22, 2015

Juan Villoro

Resistencia en la tierra

El terremoto de 1985 desnudó tramas de corrupción en México y confirmó la inoperancia del Gobierno. Más allá de eso, nos dio una lección elemental, tan antigua como el primer asentamiento humano: no somos dueños de la ciudad


El 19 de septiembre de 1985 un empellón me sacó del sueño. Vivía en la punta sur de Ciudad de México, donde el suelo de piedra volcánica es más sólido y los temblores provocan menor alarma. Nací en 1956, 10 meses antes de un célebre sismo. En 1957 mi madre enfrentaba severos desafíos (el principal de ellos: un bebé que berreaba en una época anterior a los pañales desechables); de pronto, la tierra entró en sintonía con sus angustias y ella temió haber parido a un hijo de los terremotos. Años después, esa leyenda me parecería magnífica: no pensé que el subsuelo protestaba por mi llegada al mundo; juzgué que me daba la bienvenida “a la mexicana”, retumbando de emoción. Nota aquí.


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