Entrar a Nápoles Bar es sumergirse en un mundo paralelo, uno que está o suspendido en el tiempo, o en un set de filmación de los años cincuenta. Restaurante, anticuario, galería de arte, negocio de ropa y hasta salón de fiestas para perros, es un lugar en el que suceden cosas, al que la gente va a pasarla bien. Solía ser el deposito de los objetos de su dueño, Gabriel Del Campo, y donde se juntaba con sus amigos a comer. Hace tres meses abrió al público y desde entonces no da abasto. Nota aquí.
0 comentarios:
Publicar un comentario