El poeta secreto
No solo muere el hombre, sino un tiempo.
Es lo que hemos perdido con Pablo García
Baena.
No solo muere un hombre, sino un tiempo. Es lo que hemos perdido con Pablo García Baena, el último poeta de Cántico, su memoria y su voz. Cada uno tenemos un retrato y también un relato de lo que ha sido --es-- Pablo García Baena, ese hombre sencillo que aparecía detrás de una esquina, en San Miguel, y te daba un consejo que te podía cambiar la vida. A mí me lo dio, y al menos me afirmó en lo que ya estaba. Pablo tenía la virtud del dardo más amable, del punto y coma cálido en la frase calmada de la brisa despierta. No había un detalle que se escapara vivo de esa mirada siempre atenta a lo que sucedía, porque todo podía ser acecho de un poema y no hay ninguno en Pablo que no haya sido vivido y visto antes. Lo importante es vivir, podría decirnos. Pero vivir cómo, de qué manera, dónde. También esto era Pablo. La libertad de Málaga, como una elección propia que es estilo y moral, desde 1965 hasta el año 2000, cuando regresa a Córdoba. Crónica aquí.
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