lunes, noviembre 19, 2018

Joaquín Pérez Azaústre

Stan Lee

Primero fueron Jerry Siegel y Joe Shuster, pero después fue Stan Lee. O primero fue Superman y luego llegó el resto. El número 1 de Action Comics presentaba con éxito al último hijo de Krypton y los editores, siempre dispuestos a reproducir la gallina de los huevos de oro, encargaron a Bob Kane la creación de un héroe con capa similar. Iba a ser más de lo mismo, pero gracias a la definitiva -y hoy reconocida- aportación de Bill Finger, apareció Batman, reverso tenebroso del propio Superman, polos magnéticos del universo DC. Al llegar Stan Lee, pertrechado por Steve Ditko y John Romita, los superhéroes Marvel se quitaron la capa, aunque mantuvieron los antifaces y las mallas, sus poderes, las identidades secretas y los cuerpos atléticos. Stan Lee ha muerto a los 95 años cuando parecía tan inmortal como sus personajes. Se polemiza acerca de las autorías y del método Marvel, esa coordinación del argumento que delegaba en el dibujante la concatenación de escenas, espectaculares y briosas, que después eran rellenadas con unos diálogos llenos de pasión y un cierto barroquismo verbal: ahí entraba Stan Lee. De alguna manera, era el mismo método de Alejandro Dumas: os doy la idea y la desarrolláis, pero los argumentos y los diálogos son míos. Crónica aquí.


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