Sabina, a sus cuarenta y treinta en la Calle Melancolía
70 años del trovador que “ha elevado Madrid a la categoría de arte” en su cancionero.
En el principio fue la encrucijada; allá donde se cruzan los caminos. En el principio fue el prófugo, el fugitivo, salvado in extremis del pelotón de los nacidos para perder: cierto ángel de alas negras, que trabajaba por entonces de revisor en la estación de Linares-Baeza, le indicó con el dedo el norte. Señalaba en dirección a Atocha.
Sucedió cuando era mucho más joven, el viejo Peter Pan. Allá en el sur, en “un sitio que se llamaba Úbeda” –escribió él mismo, hace veinticinco años–, en aquella infancia “previsible y anodina” de posguerra, “los niños de provincias soñábamos despiertos y en tecnicolor con pájaros que volaban y se comían el mundo. Y el mundo que querían comerse los pájaros que anidaban en mi cabeza... pongamos que se llamaba Madrid”. Nota aquí.
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