UN NANOSEGUNDO
Y de repente, sin venir a cuento,
se me cruza tu nombre delante de los ojos
como un fugaz relámpago. Me dueles un instante,
apenas un pinchazo
en un lugar ambiguo de mi pecho.
Pero aprieto los párpados, respiro,
le doy una calada al cigarrillo
y sujeto una lágrima
-debe de ser el humo o esta alergia
que dejan las mimosas-. Bebo un trago,
pulso el botón de cambio de canal,
enciendo otro cigarro y no hago caso.
Tampoco es tan difícil olvidarte.
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