martes, marzo 22, 2022

Ana Montojo

 AL FINAL DE LA TARDE

Agoniza la luz en esta tarde
ya he cubierto
esa parte de mí tan previsible
donde todo está puesto en su lugar exacto.
Esta es la realidad en la que vivo
con tanta intensidad como si no existiese
la parte más prohibida de mi vida,
cuando se cae el sol sobre mi cama
y soy otra mujer igual de cierta.
La que dice
te quiero tantas veces, encerrando
en esas dos palabras
esa vida, mi amor, que se nos niega.
Y es ahora,
cuando el día se acaba y estoy sola,
cuando me doy el gusto de pensarte,
cuando te echo de menos porque puedo
permitirme ese lujo. Y es ahora
cuando digo te quiero cien mil veces,
y cuando tú estarás, ajeno a todo,
donde yo no estaré y, casi seguro,
no encontrarás momento de pensarme.
No sé si merecíamos este amor en precario,
esta gris mezquindad de compartir
instantes de locura,
fogonazos de luz en las tinieblas
para dar nuestro nombre a los vacíos,
resignados
a no hacernos preguntas, pues sabemos
de sobra las respuestas.
Esta conformidad, esta manera
de dejarnos morir sin resistencia alguna.



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