La poesía y las edades de España
A los cuarenta y siete años de mi edad, da miedo decirlo, soy sólo un poeta español (dan miedo los años, lo de poeta, y España). Así empieza el poema "Noticias de todo el mundo", de Blas de Otero. Impresiona el tiempo convertido en cronología. Me impresiona pensar que Blas de Otero murió hace ya 44 años. Y me impresiona caer en la cuenta de que al morir tenía menos años que yo ahora. El viejo poeta que tanto admiré desde la adolescencia es más joven que yo.
Me gusta releer a Blas de Otero. Busco la antología Verso y prosa (1974) que él mismo preparó para la editorial Cátedra. Me detengo en las anotaciones del joven estudiante que al leer “A la inmensa mayoría”, el poema con el que iniciaba Pido la paz y la palabra (1955), recordó otra dedicatoria de Juan Ramón Jiménez, un gran poeta que quiso escribir para “la inmensa minoría”. Y veo subrayados los versos de “En el principio”, en los que se afirma de manera rotunda “me queda la palabra”, después de reconocer que se sufre, se pierde y se tira la vida como un anillo al agua, y después de ver el rostro puro y terrible de la patria. La tinta roja de los subrayados se convierte en canción gracias a la guitarra y la voz de Paco Ibáñez
En el Colegio de los Escolapios de Granada también daban clase profesores no sacerdotes. Fue Manuel Jerez, uno de ellos, quien en medio de una conversación sobre García Lorca y Machado, me aconsejó que leyera a Blas de Otero. Escribir en España es hablar por no callar lo que ocurre en la calle, me avisó enseguida el poeta vasco con los versos de “Nadando y escribiendo en diagonal”. Y mis primeros ensayos líricos, amparados en el mundo lorquiano, se llenaron también de redobles de conciencia, ángeles fieramente humanos y quejas existencialistas destinadas a pedir la palabra para la inmensa mayoría. Nota aquí.
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