LAS SOMBRAS TAMBIÉN PUEDEN SER ALEGRES
Las sombras también pueden ser alegres.
Se aprecia en cada pose,
en cada movimiento,
en las formas que adoptan
sobre el suelo de arena
de una playa tranquila,
tras el baño.
Las sombras también pueden ser joviales.
Se percibe en lo austero
de su tenue tiniebla;
en su asaz liviandad,
como de negra sábana:
una sombra radiante
es también menos densa.
Lo he sabido esta tarde.
También las sombras ríen.
Lo hacen a sombrajadas
cuando es el sol quien pinta
desde atrás
su festiva penumbra
de divertidos márgenes.
Si se presta atención,
en los días azules
puede oírse ese canto,
ópalo noble y túrbido
de la sombra risueña.
También pueden las sombras ser felices.
Lo supe de improviso,
en la playa,
esta tarde.
Caminaban contentas
nuestras sombras dichosas
por la orilla.
Y nosotros tras ellas,
con la inercia aberrante
de un cuerpo entristecido,
cual si fuéramos
sombra de la sombra.
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