viernes, enero 10, 2025

Alexis Díaz Pimienta

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Haciendo memoria, al primer uruguayo al que conocí en persona fue al novelista Daniel Chavarría, uruguayo-cubano, quien terminó siendo mi mejor amigo en La Habana de los años 90. Y terminamos compartiendo manuscritos, conferencias, escenarios en Cuba y en Italia. No estuvo nada mal como estreno.
Los segundos uruguayos a los que conocí en persona, y con los que también compartí escenario, se llamaban Mario Benedetti y Daniel Viglietti. Era Almería. Era el año 1995. A Mario no lo vi nunca más, pero recuerdo una larga charla y un largo paseo por las calles almerienses, más algunas fotos que se perdieron para siempre cuando se cayó en algún punto del camino el rollo de mi antigua cámara fotográfica. A Daniel volví a verlo en la sala Zitarrosa de Montevideo, hace exactamente 20 años (en 2005), la primera vez que vine al Uruguay, como repentista. Y luego en La Habana, en la Casa de las Américas, en un encuentro íntimo con Silvio Rodríguez. Era el año 2008.
Al tercer uruguayo que conocí en mi vida se llama José Silvio Curbelo, el gran payador, el maestro de varias generaciones de payadores, uno de los más impresionantes repentistas de América Latina y ya para siempre mi gran amigo.
El cuarto uruguayo al que conocí en mi vida se llama Jorge Drexler. Y con él también compartí escenario desde el minuto cero. Era Madrid. Era el año 2011. Y luego en Granada, en Barcelona, en Sevilla, en La Habana, en Madrid muchas otras veces, convertidos ya en grandes amigos, en casi hermanos, cómplices creativos en el mundo de la canción y la poesía.
La quinta fue Mariela Acevedo, la mejor payadora uruguaya, una de las voces más importantes del repentismo femenino en América, con la que también he compartido escenarios a ambos lados del Atlántico. Era el año 2006, creo.
El sexto fue Daniel Drexler, a quien ya me une una amistad muy sólida. Era Madrid, no recuerdo en qué año y era su buena música y era su bonhomía. Y era, además, el hermano de mi hermano Jorge, por lo tanto, éramos hermanos por carambola afectiva, y luego esa hermandad se ha consolidado sola, con admiración mutua, hasta sellarse con el abrazo que me dio anoche en La Serena, un abrazo-abrazo, de los que no se olvidan.
No está nada mal para mi colección de uruguayos “en persona” estos grandes amigos que me regaló la vida . Chavarria (novela). Benedetti (narrativa y poesía). Viglieti (canción). Curbelo y Mariela (payada, repentismo, décima). Jorge y Daniel Drexler (canción, música).
Pero este año, 2025, he regresado a Uruguay, al festival de La Serena por primera vez, he impartido un curso intensivo de tres días sobre Décima y canción y he conocido y he descubierto a muchos otros uruguayos. Mis uruguayos. Más uruguayos. Mi colección de uruguayos ha crecido. Pero entonces me doy cuenta de que no solo son uruguayos “en persona” quienes han conformado mi relación de amor con Uruguay. Que ya tenía (y tengo) muchos más uruguayos familiares en la música, en la poesía, en la narrativa, en el deporte, hasta en en la política. Uruguay es un pequeño país que parece muy grande. Que es muy grande. Uruguay es un continente en miniatura. Por eso este homenaje en décimas, mi agradecimiento en décimas. Y espero, simplemente, que mi familia uruguaya siga creciendo.
MIS URUGUAYOS
Yo también tengo mi Onetti.
Mi Quiroga. Mi Galeano.
Mi Buscaglia. Mi Liscano.
Mi Darnos. Mi Benedetti.
Mi Cabrera. Mi Viglietti.
Mi Brocha. Mi Eustaquio Sosa.
Mi Vilariño (grandiosa).
Mi grandiosa Tabaré.
Mi Capote. Mi Blanqué.
Mi Appratto. Mi Zitarrosa.
Yo también tengo mi Musso.
Mi Circe Maia (maestra)
Mi Peri Rossi. Mi Riestra.
Mi Bombai. Mi Fattoruso.
Mi Lautreamont Keith al uso.
Mi Mateo. Mi Maslíah.
Mi Bentos. Mi Chavarría.
Mi Nueva Escuela. Mi Rada.
Mi Ibargoyen. Mi Ana Prada.
Mi charrúa cofradía.
Mi Zeballos. Mi Godín.
Mis Iracundos. Mi Roos.
Mi Drexler (¡vale por dos!)
Mi Gavioli. Mi Amorim.
Mi Mano Arriba (sin fin)
Mi Agárrate Catalina.
Mi Agus. Mi Negro Ansina.
Mi Chala Madre (genial)
Mi Algodón (tan musical)
Mi Mariela y mi Molina.
Mi Levrero. Mi Lugano.
Mi Suárez. Mi Vengarán.
Mi Marama. Mi Forlán.
Mi Filisberto (Borgeano)
Mi Muslera. Mi Romano
Mi Ribeiro. Mi Carini.
Mi Nasser. Mi Corbellini.
Mi Mujica. Mi Meretta.
Mi Ibarbourou (gran poeta)
Mi Vitale. Mi Agustini.
Mi Wolf. Mi Chalar. Mi Lena.
Mi Curbelo en Canelones.
Mi Olivera y sus canciones.
Mi Arbeleche a boca llena.
Mi Reissig (vale la pena).
Mi Gabino en Paysandú.
Mi Lago. Mi Yamandú.
Mi finísima garúa.
Mi pasión por lo charrúa.
Yo trato a Uruguay de tú.
Mi Opa. Mi SeIva Casal.
Mi Zampayo. Mi Foglino.
Mi Moratorio (divino).
Mi Umpi. Mi Yábor. Mi Ubal.
Mi Osiris. Mi Carvajal.
Mi Pablo Drexler (van tres).
Mi joven Matias Valdez.
Mi Kalmar y Mi Estramín
Rodó. Berocay. (No hay fin).
Qué docta uruguayeñez.
Mi Murga. Mi chacarera.
Y mi candombe. Y mi rumba.
Mi chamamé. Mi macumba.
Mi milonga lastimera.
Mi fogón la noche entera.
Mi carnaval bien cantado.
Mi choripán, que es sagrado.
Mi pastafrola. Mi grappa.
Mi patria gaucha en el mapa.
Mi yerba mate. Mi asado.
Yo también tengo mi clan
de uruguayos adictivos.
De grandes (idos o vivos).
Los que son y los que están.
Mi Diego Drexler (qué man).
Mi Paula Drexler (qué talle)
En la casa y en la calle:
charrúas al por mayor.
¡Pobre del bardo o cantor
que no tenga “su uruguaye”!
Y ahora tengo muchos más.
Más y mejores que antes:
Compositores, cantantes,
Kamikazes del compás.
Ahora tengo este disfraz
de familia campechana.
Por eso, diré mañana
sin complejos ni desmayos:
Yo colecciono uruguayos.
Y en eso nadie me gana.
Este curso en La Paloma
me ha hecho extender en la playa
mi colección uruguaya
y me ha enseñado otro idioma.
Cuánta gente buena asoma.
Cuánto Uruguay se desea.
Me haces bien, con tu marea
de luz, feliz disparate.
Es más: voy a hacerme un mate
¡y que sea lo que sea!




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