Rod Stewart: un repaso por la historia de un lord rebelde que hizo de su voz una leyenda
Con la energía intacta y el corazón encendido por el rock and roll, el cantante inglés regresa a Buenos Aires para celebrar una vida marcada por la música, el deseo y la reinvención.
Son pocos los artistas que lograron sobrevivir al vértigo del siglo pasado y permanecer con plena vigencia, convertidos en los últimos testigos vivientes de una era que ya no existe. Rod Stewart es uno de ellos: con 80 años, el lord inglés se embarcará una vez más en una serie de presentaciones por Sudamérica en el marco de su nueva gira, One Last Time, con la que ya conquistó Europa, Asia y los Estados Unidos, posicionándose como una de las más taquilleras del último año. Esa travesía también lo traerá de regreso a Buenos Aires, donde ofrecerá tres conciertos en el Movistar Arena los días 22, 23 y 24 de octubre, reencontrándose con un público que lo acompañó a lo largo de toda su carrera.
Cada show promete ser una celebración de esos himnos imperecederos –“I Don’t Want to Talk About It”, “Tonight’s the Night”, “Have I Told You Lately”, “Sailing”, “Forever Young”– que se transforman en puentes entre generaciones. Porque si algo sabe el legendario cantautor es que el escenario no es lugar para sus propios caprichos, sino para los deseos del público. La fidelidad de sus seguidores se mantiene intacta porque su legado ya les pertenece. Y él, con el oficio de quien entiende su rol en la música, se entrega con devoción a ese lazo invisible que lo une con su audiencia. “Para cantar los hits, para eso estoy acá”, confesó alguna vez en televisión. “Si Otis Redding o Sam Cooke estuvieran vivos, yo quisiera escuchar todas esas canciones con las que se hicieron famosos.”
DE JUGLAR A LEYENDA
Nació el 10 de enero de 1945 en Highgate, Londres, en el seno de una familia escocesa. Criado entre la devoción por el fútbol y los vinilos de rock and roll, desde chico sintió atracción por dos pasiones que marcarían su destino: el deporte y la música. Soñó con ser futbolista profesional, pero pronto comprendió que su verdadera cancha estaba en los escenarios. Dejó la pelota, tomó su guitarra y se lanzó a la vida bohemia por Europa, durmiendo bajo los puentes de París y sobreviviendo al ritmo de su armónica.
Su voz áspera y vibrante no tardó en llamar la atención de Long John Baldry, pionero del blues británico, quien lo introdujo en aquel hervidero musical de los años 60. Stewart comenzó su travesía en pequeñas bandas de R&B londinenses, hasta que dio el gran salto como vocalista del Jeff Beck Group. Allí dejó su marca en Truth (1968) y Beck-Ola (1969), discos que definieron el rumbo del hard rock. Pero su espíritu nómada pedía más. Poco después se unió a los Faces, una banda tan salvaje como entrañable, donde su carisma en escena y su química con Ron Wood –su amigo del alma y casi su reflejo en el escenario– sellaron una etapa de gloria.Paralelamente, Stewart inició su camino solista y, en 1971, lanzó Every Picture Tells a Story, el álbum que lo catapultó al estrellato mundial gracias al clásico “Maggie May”. Desde entonces, su carrera tomó vuelo propio: un sonido que mezclaba rock, folk y soul, y una voz inconfundible que se volvió sinónimo de emoción. Nota aquí.
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