Fue allá por el año 1972. Josefina Manresa era ya una mujer mayor, viuda desde hacía décadas del poeta Miguel Hernández, que se nos había muerto de tuberculosis e injusticias en 1942. A su casa llegó un joven cantautor llamado Joan Manuel Serrat, para mostrarle el trabajo musical que había hecho con los poemas del difunto.
“Llegué a su casa con las canciones grabadas debajo del brazo y me dijo: ‘¿Cómo lo vamos a oír si no tengo tocadiscos?'”
Se trataba de un album de 10 poemas hechos canciones, el segundo disco basado en poemas que publicaba Serrat, después de haber dedicado uno previamente a Antonio Machado.
Ante la falta de un aparato para poder reproducir su obra, el músico catalán no se lo pensó dos veces.
“No se preocupe usted, que ahora mismo bajo a una tienda, le compro uno y lo escuchamos juntos”.
Después, imaginemos la escena: Serrat y Josefina, escuchando esas canciones con las letras de Miguel. Absolutamente inenarrable.
“Era una señora dulce, que me transmitió mucho cariño. No había en ella ninguna aspereza, ni temor, ni desconfianza. Me mostró tanta gratitud que me sentía avergonzado”.
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