Un bar de Atenas
A mi amigo Luis Gonzalez, que me llama y me habla
de la nostalgia de un bar y de una música.
Quién pudiera perderse en esos bares,
pongamos que en el Galaxy de Atenas.
Pedir un vino blanco, cualquier cosa,
una cerveza, tal vez, dorada y fría.
Y algunas aceitunas, pan y aceite,
alimento bendito de los dioses.
Una charla con alguien sobre nada,
la nostalgia muy suave que te besa
el corazón, amigos que están lejos.
Y ver caer la tarde. Me imagino
que un sol dorado y cálido penetra
por la entreabierta puerta y que una música
-aquella que a ti tanto te gustaba-
suena muy lenta (Dime, ¿la recuerdas?).
Es un bar como éste que vivimos
en Madrid, en tantas tantas noches.
Y es la misma añoranza de las tardes
sin nadie, cuando el aire se detiene,
en un soplo de luz entre los cuerpos.
Dejar que todo pase en esos bares,
de Roma, de Venecia, Buenos Aires,
los bares de Madrid que tanto amamos.
Beber en el Galaxy, de Atenas.
Que se sienten los héroes a la mesa
y brinden por nosotros esta tarde.
Por el tiempo pasado y lo que fuimos.
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