Los rostros de la guerra
Todos los rostros de esta guerra
me recuerdan a mi padre,
el cansancio infinito de los surcos
de su piel bajo el dolor,
bajo el espanto.
Todos los niños de esta guerra
me recuerdan a mis niños,
su llanto y ese miedo que se rompe
en sus ojos de vida destrozada.
Todas las mujeres de esta guerra,
su ternura
abrazando a los hijos en su pecho,
me recuerdan a madre y sus temores,
su desesperación ante la casa
abandonada y fría.
(Nunca eches la llave,
que así puedan
entrar sin derribar la puerta a golpes)
El dolor de los hombres,
su amenaza.
Este atroz sufrimiento que nos llega
desde un lugar ajeno,
desde el frío
de una tierra lejana y tan extraña.
Y la guerra
lo mismo que un horrible
espectáculo de rojos y amarillos,
de ángeles furiosos arrojados
de cualquier paraíso de los dioses.
Esos rostros.
Los rostros que me llevan
al recuerdo de padre,
a sus temores,
al miedo de mi madre,
que me llevan
al llanto de mis niños.
Esos rostros
como un final del mundo y de la vida.
Como un final de todo.
De mí mismo.
Solo queda el dolor y un dios agonizante.
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