sábado, abril 02, 2022

Nicolás Kasanzew

 Yo fui testigo, diario de un corresponsal de guerra en Malvinas: la vida bajo fuego y el constante peligro de muerte

A 40 años de haber pisado tengo muy vívidos todos los detalles. Me habitué a vivir en peligro, a dormir vestido por las explosiones que sacudían Puerto Argentino, a sentirme hermanado con los soldados en el combate, a la adrenalina de la guerra. Estuve ahí, no me la contaron. Conozco la verdad completa, lo bueno, lo malo y lo feo. Y aquí la cuento

Desde el 82, un Niágara de ideas fuerza falaces en torno a Malvinas se abatió sobre la población, creando una imagen monocromática, exclusivamente triste y gris de la guerra, donde supuestamente no hubo nada rescatable, nada de lo que un argentino pueda sentirse orgulloso. La tristemente célebre desmalvinización, que no es sino una forma de censura y un compendio de fake news sobre el conflicto austral. ¿Por qué? ¿Por qué fueron ocultados los hechos heroicos? Pues porque los héroes obligan, elevan la vara, mientras que los cobardes adocenan. Y un pueblo sin héroes reales, sin arquetipos dignos de imitar, es infinitamente más fácil de manipular.

Yo soy una piedra en el zapato de aquellos que cuentan una historia sesgada de la contienda. Porque fui testigo, estuve ahí, no me la contaron. Conozco la verdad completa, lo bueno, lo malo y lo feo. Y la digo sin tapujos. Eso me valió ser proscripto, calumniado, tener que exiliarme. Pero no lograron acallarme.

A 40 años de haber pisado la turba de Malvinas, tengo muy vívidos todos los detalles…

Con mi camarógrafo Alfredo Lamela nos habituamos pronto, como les pasó a los soldados, a los avatares de la guerra. A los pocos días de haberse vuelto consuetudinarios los cañoneos nocturnos ingleses, seguíamos durmiendo profundamente en medio de ellos, en la hostería Upland Goose, donde nos alojábamos. Si me despertaba era para preguntar: “¿Se ve algo? ¿Se incendió algo? ¿Se puede filmar? ¿No?”. Y seguía durmiendo. No era el único.

Cierta noche el “Yorugua” Mier Silva, un agente de Inteligencia, despierta a quien fue su primer compañero de cuarto, el capellán José Fernández: “¡Padre, padre! ¡Están cañoneando muy cerca!” y el cura le contesta: “No te hagas problema, que Dios ya los va a castigar, date vuelta y seguí durmiendo”. Nota aquí.



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