Un paseo por las calles amadas
Voy despacio. Me arrastro lentamente.
La tarde es hoy un cielo
de azules, nubes altas.
Mi corazón me roza, suavemente.
La sangre
es un arroyo apenas.
Cualquier día
dará el último golpe
este reloj que late -y asustado-.
Me detengo un instante.
En los cristales
de algún escaparate me contemplo.
Soy un anciano que mira su tristeza.
Y nada más. El aire
trae aromas de nueva primavera.
No espero nada.
Solo esta paz de nada, que no haya
dolor en este cuerpo,
que la ruina
de mi carne y mi sangre nunca pueda
robar la dignidad
que vive en el oscuro
rincón del corazón herido y mío.
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