LEOPOLDO Y EL CANARIO
Leopoldo tiene un canario enjaulado
en el manicomio, al que repite en retahíla
versos de memoria. Los recita sin acentos
y sin labios, con el tufo del tabaco
y el gas insomne de cada coca cola.
Cuenta una y otra vez la misma historia
de conspiraciones, de intentos de asesinato
y sigue paseando a su madre muerta
por el tablero.
El también persigue su homicidio,
pero le sale mal. Es torpe.
Dice que ama la vida y que teme a la muerte,
y piensa del amor que es un veneno.
Se aferra a su demencia y la alimenta leyendo
versos que asienten doblegados,
a todas sus contorsiones.
El pájaro, también loco, es gris-amarillo
y ya no canta.
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