jueves, mayo 02, 2013

René Lavand

Mi mano izquierda



Qué bueno que a René Lavand -mezcla de genio artístico, bon vivant, tahúr despreocupado y simpático timador- no le interesen las explicaciones psicológicas ni la exégesis ni el ejercicio de la nostalgia. Qué bueno que Néstor Frenkel, director de El gran simulador, lo haya entendido: acá no se trataba de buscar a la persona detrás del personaje (perdón por el abominable lugar común) ni de descubrir los mecanismos de su magia ni de hacer una suerte de apología evocativa. Lavand no la necesita y, además, su vida -que transcurre en un presente continuo- ya no admite divisiones entre verdad y mentira. Frenkel, entonces, hizo lo mejor que podía hacer: puso el cine al servicio de Lavand; le sumó ilusionismo al ilusionismo. Nota aquí.

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