Un forastero en el paraíso pampeano
La información cubrió todo como una ola. Todo lo otro pasó a segundo plano. Había aparecido el nieto de Estela. Todo parecía una fantasía más de la realidad. Pero era la verdad. De cuerpo y alma. Había triunfado la ética una vez más. Los poderosos mandamases de los años ’70 aparecían pisoteados por el barro de la impudicia y la cobardía de las armas una vez más y para siempre. Triunfaron las Abuelas sobre el poder de las armas y lo injusto. Me hubiera gustado que los brutales genocidas Videla, Massera y Agosti estuvieran vivos y como periodista haberlos visitado en la cárcel para preguntarles qué sentían al verse completamente desnudos ante la aparición de Guido. Estoy seguro de que sólo hubiese escuchado rebuznos como respuesta. Desnudos, desnudos, tan poderosos antes y ahora desnudos y ya con olor a podrido. Nota aquí.
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