Los colores de una artista irrepetible
Joaquín Sabina, Kevin Johansen, Rubén Blades, Ana Belén, Jorge Drexler, Juan Carlos Baglietto y Pedro Guerra son algunos de los participantes de este homenaje musical imperdible, una de las grandes noticias discográficas del año que ya se termina.
El rostro de Chabuca no sólo la deschava joven, algo hermosa, con la mirada infatigable y el gesto adusto. También la muestra en colores. Del pelo azul pasa en degradée a una frente que mezcla verdes, marrones, rosas y amarillos. De ahí, pasa al borde de un ojo rojo y otro naranja. Baja hacia un labio de furioso carmesí. Luego a dos mejillas multicolores, y así hasta el cuello, que tiene su parte negra como un grueso hilo de agua oscura que corre por la laringe. Puede entenderse que la multiplicidad de colores en el dibujo de tapa de Jacqueline Prado obedece a lo multifacético de sus músicas, y de sus pasares existenciales. O también a las doce voces que la recrean en un maravilloso disco publicado bajo el título de A Chabuca, en el que las versiones brillan por sí mismas, y ante las cuales cualquier tratamiento grandilocuente resulta superfluo. Lo que cabe, más que obnubilarse ante el cartel que un disco de estas características podría provocar, es adentrarse en las canciones. Nota aquí.
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