Pequeños placeres de la vida del lector
Un vinito, un sillón para leer en paz, una terraza y atención personalizada son las armas con las que pequeñas librerías les dan pelea a grandes espacios.
Buenos Aires, la ciudad con mayor concentración de librerías por cantidad de habitantes en el mundo, según un estudio reciente del World Cities Culture Forum, es impensable sin estos locales en los que históricamente se han cruzado lectores, editores y libreros, para comprar títulos pero también para conversar sobre cuestiones que muchas veces no tienen espacio allá afuera, en las calles urgentes. Las librerías tradicionales, dispersas en el mapa porteño –las primeras aparecieron a comienzos del siglo XIX-, siguen siendo el corazón de la vida cultural de la ciudad. La novedad es que ahora existen también circuitos y rincones alternativos, que incluyen, aunque no siempre se limitan, a la compra-venta de títulos. Nota aquí.
Buenos Aires, la ciudad con mayor concentración de librerías por cantidad de habitantes en el mundo, según un estudio reciente del World Cities Culture Forum, es impensable sin estos locales en los que históricamente se han cruzado lectores, editores y libreros, para comprar títulos pero también para conversar sobre cuestiones que muchas veces no tienen espacio allá afuera, en las calles urgentes. Las librerías tradicionales, dispersas en el mapa porteño –las primeras aparecieron a comienzos del siglo XIX-, siguen siendo el corazón de la vida cultural de la ciudad. La novedad es que ahora existen también circuitos y rincones alternativos, que incluyen, aunque no siempre se limitan, a la compra-venta de títulos. Nota aquí.
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