El artista que dejó fama y dinero para ser un ermitaño
Sergio Larrain, uno de los mejores fotógrafos de América Latina, creía que el éxito destruía al hombre. Su obra llega al Centro Cultural Borges.
Sergio Larrain, "Queco", el más grande fotógrafo chileno, escribe: “Sigues viviendo tranquilo, dibujas un poco, sales a pasear y nunca fuerces la salida a tomar fotos, porque se pierde la poesía, la vida que ello tiene se enferma, es como forzar el amor o la amistad, no se puede”. La carta, más larga, siempre aguda, es para su sobrino, que le pidió consejos para iniciarse en la fotografía. Corre 1982. Larrain apenas supera los 50 años, pero lleva más de una década como mito y misterio: tras haber conquistado al mundo con su genio autodidacta, dejó todo –fama, dinero, ego–, renegó de la estética sin alma y se retiró desde fines de los ‘60 a vivir como un ermitaño, un místico, en una casa de adobe en una calle de tierra, cerca del desierto de Arica, Chile. El retiro será largo y definitivo: va a morir ahí, a los 81, tras cuatro décadas de ostracismo. Nota aquí.
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