Mon Laferte en vivo: todas las voces, la voz
La artista chilena comandó una ceremonia apasionada y multiestilística, que conjugó múltiples sensaciones y llevó al público a una especie de trance demoledor.
Hay corazones duros y corazones destrozados. Está la ternura y están el dolor, la pasión y el olvido. El grito y el susurro. La artista, la mujer, la madre. Está la música. Y está la voz. Mon Laferte cuenta con cada uno de esos elementos en su show. Los despliega y los repliega, los manipula como si fueran de plastilina. Cuenta una historia que podría ser la historia de cualquiera: se regodea en los vericuetos del amor, lo desgrana, disecciona, adopta una postura, la otra, la de más allá. Juega con esos personajes, se los cree, los vive en cada canción. Quizás por eso es tan impactante verla y oírla cantar. Porque la sensación que da es la de no temerle a nada. Tiene su voz y ese es su escudo. El viaje que propone transita todas esas estaciones. Y no queda otra que subirse a ese tren de pasiones, juegos, rencores, goce, nostalgia, rabia, sabores, texturas. El show del viernes en el Movistar Arena fue eso: una invitación a perderse por un rato en los laberínticos caminos del amor.
Se apagaron las luces. Sonaba “Yo soy aquel”, de Raphael. Una rosa se prendía fuego en primer plano en la pantalla al fondo del escenario. Entró la banda. Mon Laferte sobre una tarima iluminada, de negro, de largo, arrancó sin mediar palabra con “Aunque te mueras por volver” y su vozarrón ocupó cada esquina del estadio. La primera parte del concierto se trató de presentar a la diva, la cantante de bolerazos, la mujer bella y fuerte construida a base de desengaños. Tan dura y tan sensible. “Tormento”, “Invéntame”, de Marco Antonio Solís, “Amor Completo” y “Antes de ti” completaron ese prólogo: Presagio. Nota aquí.
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