Serrat, el vicio de cantar y una fiesta que aún no terminó
El artista catalán se presentó en el primero de los shows de su gira despedida de los escenarios. Un espectáculo con sus canciones más conocidas y un público que acompañó, celebró y le hizo caso cuando pidió que no reinara la tristeza: las únicas lágrimas fueron de emoción.
¿Cuántos Serrat caben en la memoria y el corazón de un fan? ¿Cuántas de sus imágenes acompañan recuerdos, algunos de ellos, incluso, centrales en las historias y las vidas de varias generaciones? ¿Cuántas madres y padres cantores de ducha y de cuna se enredaron en sus versos? ¿Cuántos romances y canciones de amor se tomaron de sus letras? ¿Cuántos de nosotros despertamos a la política desde su militancia de vida y obra y su resistencia a las dictaduras? En la noche del sábado 19 de noviembre, muchos de los que llevan inscripto el nombre de Joan Manuel Serrat en su educación cívica y sentimental lo acompañaron en la primera de sus despedidas de los escenarios de Buenos Aires. Lo celebraron, cantaron con él y, además, le hicieron caso cuando pidió que no reinara la tristeza: no fue una ceremonia triste y una vez más hubo fiesta. Si hubo lágrimas, fueron de emoción.
El Movistar Arena se fue colmando desde temprano y sin estridencias: seguramente la edad de la gran mayoría de los asistentes colaboró para ese fenómeno. Había entusiasmo y alegría entre las personas y muchos hablaban entre ellos de viejos -o no tan viejos- conciertos de Serrat a los que alguna vez habían asistido. Muchos, también, elegían referirse a él como “el Nano”, con ese cariño confianzudo tan argentino capaz de generar al mismo tiempo una irritación avergonzada de los que escuchan y un cariño inmenso por parte de los artistas. Nota aquí.
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