martes, abril 09, 2024

Ramón Serrano

 EL DESPERTAR

a Agustín Errasti
El zumbido de las moscas
las avispas y los tábanos
cuando el sol declina su supremacía
y la tarde acaricia la piel de otra manera
que las caricias de la madre
comienza otra historia
una muy extraña y que sólo acaba cuando uno se marcha
era una tarde de verano
en la plaza mayor la sombra avanzaba
como una racha de viento que rasga la calma
sentí el temblor de aquella mirada
la muchacha apoyada en la rueda de carro
fijó en mí su dardo
era el estruendo de un nuevo zumbido
el inicio de una historia larga y alta
-que no cuento de hadas-
aquellos ojos brillaban como brilla el sol en su caída
cuando la tarde incendia prados y montañas
y el cielo da paso a los demonios
-los angelitos querubes se marcharon-
aquellos ojos me desnudaron
no para bañarme con esponja jabonosa
para sumergirme en el caos de las caricias que perturban
y llevarán el temblor a todas las tardes del mañana
me sentí Amiel
tímido como un pájaro mojado
temeroso de la estática rueda de carro
allí mismo en la plaza mayor de mis doce años
se abriría el futuro del muchacho
que miraría después de otra manera a Ava Gardner
y ya todas las Avas que luego saldrían a escena
eran Ava con la mirada de la muchacha
sí sí
la timidez no me ocultaba
que Ava tenía la mirada de la muchacha apoyada en la rueda de carro
una continuidad que pretendía ser infinita
construía el Poema interminable
sin métricas ni estrofas
con las sílabas balbuceantes de la salida de la infancia
con la única metáfora de una mirada
de unos ojos que me desnudaron
y sentía el gozoso zumbido de la mosca
de la avispa y del tábano
y ahora ya arrugado
ajado de piel y de sentidos
el hipotálamo no cesa de enviarme las emociones
como una corriente eléctrica
de aquella primera mirada
la simple curiosidad de una muchacha
como un capullo de rosa en ciernes
que se abría apoyada en una rueda de carro.



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